Las proyecciones demográficas de las próximas décadas prevén una continuidad en el envejecimiento de la población en España. Según las cifras recogidas por el Instituto Nacional de Estadística, INE, se prevé un envejecimiento acelerado al menos hasta el año 2050. En las últimas tres décadas, la esperanza de vida ha aumentado 7 años, situándose en 2016 en los 80 años para los hombres y 86, en las mujeres.
La ampliación de la esperanza de vida ofrece oportunidades, no sólo para las personas mayores y sus familias, sino también para las sociedades en su conjunto. En esos años de vida adicionales se pueden emprender nuevas actividades, como continuar los estudios, iniciar una nueva profesión o retomar antiguas aficiones. Además, las personas mayores contribuyen de muchos modos a sus familias y comunidades. Sin embargo, el alcance de esas oportunidades y contribuciones depende en gran medida de un factor: la salud.
Con los años, nuestro cuerpo y nuestra mente envejecen, es la consecuencia de la acumulación de una gran variedad de daños moleculares y celulares a lo largo del tiempo, lo que lleva a un descenso gradual de las capacidades físicas y mentales, un aumento del riesgo de enfermedad.
Entre las afecciones comunes de esta etapa de la vida cabe citar: la pérdida de audición, cataratas y errores de refracción, dolores de espalda y cuello y osteoartritis, neumopatías obstructivas crónicas y diabetes, además de un mayor riesgo de caídas, de graves consecuencias en edades avanzadas. Según un informe de la Organización Mundial de la Salud, OMS, aproximadamente un 15% de los adultos de 60 años o mayores sufren algún trastorno mental, entre los que destacan la depresión y la demencia, porcentajes que aumentan significativamente con la mayor esperanza de vida.
Además, al ser físicamente más vulnerables, pueden llegar a ser víctimas de maltrato. Según el mismo informe, en los países desarrollados, entre un 4% y un 6% de las personas mayores han sufrido alguna forma de maltrato en casa. También en los centros asistenciales como los asilos, se cometen actos abusivos como maniatar a los pacientes, atentar contra su dignidad, por ejemplo, al no cambiarles la ropa sucia o permitir que se les formen úlceras por presión. Este tipo de maltrato puede ocasionar daños físicos graves y consecuencias psíquicas de larga duración.
A esta situación de vulnerabilidad física de las personas en edad avanzada, se le unen la escasez de recursos que muchos de ellos sufren y el problema de la falta de apoyo y la soledad, problema que afecta, especialmente, a las mujeres, ya que casi el 30% de las mujeres mayores vive en soledad (un 28,8% de hogares unipersonales de mujeres mayores frente a un 14,7% en el caso de los hombres, en 2016).
Ante estas cifras, entidades como Hermanitas de los pobres y Avismón son clave para dar respuesta al panorama actual, donde el índice de personas mayores superará con creces a los recién nacidos.
Las Hermanitas de los pobres se definen a sí mismas como “un referente en el trabajo al servicio desinteresado a favor de los ancianos”. Una comunidad de monjas y otros colaboradores que, sin ánimo de lucro, ofrecen espacios en los que cuidan de estas personas y les permiten desarrollar sus valores y capacidades desde la afectividad, el respeto y la autodeterminación.
Por otro lado, la Fundación Privada Avismón lidera el proyecto Envejecer en casa, que consiste en la atención y asistencia, por parte de voluntarios, a personas mayores que viven solas y con recursos escasos que no les permiten costear su ingreso en una residencia.El programa no sólo les presta una ayuda domiciliaria integral y gratuita; también les proporciona acompañamiento, apoyo emocional, atención sanitaria, seguimiento telefónico y distribución de lotes básicos de alimentos e higiene personal una vez al mes.
La colaboración de Fundación Áurea con estas dos entidades es de vital importancia, los fondos que aporta les permiten ayudar a envejecer de manera saludable a cientos de ancianos. Solamente con la ayuda aportada a Avismón, se han podido atender a cerca de 500 ancianos y ancianas al año, muchos de ellos con problemas de movilidad y en una difícil situación económica. De ahí la importancia de las organizaciones que cuidan de este sector en alza de nuestra sociedad y del apoyo de fundaciones como Fundación Áurea que aportan recursos y marcan la diferencia.